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lunes, octubre 11, 2010

El desprecio

Es una de las peores enseñanzas. Y es una exclusiva del ser humano. Ningún animal desprecia, porque le va la vida en ello...
Cuando aprendemos a despreciar nos alejamos de la humanidad evolucionada, y en lugar de convertirnos en los seres superiores que pueden sentirse por encima de aquellos a los que ningunean (pretenciosa vanidad, siempre en busca de ampliar la piscina de nuestro ombligo...), nos rebajamos sin ser conscientes de ello.

El desprecio y el amor son incompatibles, opuestos, antagonistas y excluyentes. Una persona que mira con desprecio a su pareja no puede amarla, porque en realidad la está usando.

En realidad el desprecio esconde la incapacidad de aprovecharnos de los demás. Es un triste recurso de los que, o bien sus sentimientos de inferioridad les provocan tal autorechazo que necesitan confirmar constantemente su estatus convirtiendo al resto del mundo en antagonista, o bien realmente estan convencidos de que hay personas inferiores a ellos, lo cual les da cierto tinte sociopata, cierta clase de enajenacion mental inevitable en esas circunstancias... Tambien hay sujetos (casi les llamo personas, craso error) que pasan de reír la gracia de alguien a despreciarlo en el segundo siguiente, a sus espaldas, porque no pueden asumir la diversidad y su menosprecio salpica a todo aquel que no es manejable ni útil para su vacilante y dependiente autoestima.

Las personas con el desprecio como emoción predominante también pueden ser caprichosas y despiadadas en el juicio de los demás. La humildad no la entienden, porque la asocian con la debilidad de carácter.

Pero la humildad, la bondad y la sinceridad implican una fortaleza superior. Implican que no existe miedo a los demás.

El que desprecia esta sólo. Y no se soporta a si mismo en el fondo, pero sobrevive de autoengaños. Porque la coherencia impide que coexistan el sentimiento del desprecio, el de autoestima y la empatia necesaria para compartir ni tan siquiera un segundo de sus vidas de forma honesta y auténtica con nadie.

El que desprecia vive sólo, y muere más sólo todavía.

Y únicamente la ignorancia y la fortuna de no sufrir ningún revés que transforme su vida para que se dé cuenta de cómo la ha desperdiciado le da la oportunidad de continuar con ella.

Pero la realidad simplemente es neutral. Simplemente es vida. Y la vida ajusta el camino al ancho de los zapatos que lo crean.
Esta en la responsabilidad de cada uno limitarse o darse la libertad. Abrirse a un mundo en el que la sonrisa no esconde nada, o vivir entre gente en la que no confía, temer siempre la soledad y no poder huir de ella.

Yo creo que nunca he podido despreciar a nadie. Y aunque a veces este físicamente muy solo, mi confianza en los demás me hace sentir acompañado en todo momento.

Porque lo que me acompaña es un amor inmenso por la humanidad en todos y cada uno de los que me rodean.

Y eso no se puede comprar, no se puede forzar, y no hay fuerza capaz de evitarlo.
Y me considero muy afortunado de entenderlo y vivirlo.

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