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jueves, septiembre 09, 2010

El primer y ultimo paso

Para conocer a alguien hacen falta dos cosas. Vivir en el presente y no tener barreras. Así, el primer paso al lado de esa persona es el único necesario. Y el único posible. Asumir que el tiempo fortalece las relaciones es fortalecer el ego que depende del tiempo para concederse poder sobre nuestra consciencia.

Pensar que los protocolos rudimentarios que las sociedades han impuesto como formas de reglamentar el contacto entre seres humanos es la unica forma de comunicarse es permanecer en la comodidad de unos reglamentos obsoletos que dependen de juicios de valor absurdos, caducos, insuficientes, limitados y repletos de prejuicios.

Sin un ego que juzgue a nadie y nos limite la percepción del otro sin interponer nuestros condicionamientos, nos abrimos a la realidad de los demás y damos ese paso sin miedo, de forma auténtica.
En ocasiones, conocemos a alguien sólo con decirle hola. Y no hace falta más. Y pasen los años que pasen, continuemos o no viendo con frecuencia a esa persona, la barrera no existe, la distancia no existe, el miedo no existe. El primer paso fue el último, el único necesario, y el más importante.

Si ese paso se da sin expectativas ni proyecciones desaparecen de la relación las exigencias, las dependencias y el interés egocentrico. Y podemos disfrutar de la maravilla de conocer a otra consciencia viva desde el interior, pues ser capaces de observar y valorar la máxima expresión de una inteligencia consciente de si misma es un privilegio y una fuente de alegría y bienestar.

Creer que existan diferentes niveles de confianza es simplemente negociar con ella.

Y en la confianza, la amistad o el amor, no existen niveles ni contratos. No se puede negociar con algo que no depende de ninguna circunstancia externa, porque las únicas relaciones que podemos llamar reales son las que se establecen entre las esencias conscientes de las personas. Y esas esencias no dependen de sus circunstancias. Cuando todo esto se convierte en una constante y por vez primera nos permitimos a nosotros mismos abrir los ojos alrededor, es cuando podemos comenzar a percibir la maravilla de la existencia y podemos disfrutar de cada momento, al abandonar la jaula del ego.

Y a partir de ahí nunca más estamos limitados ni condicionados. Y la vida por fin es contemplada, apreciada en lo que vale, y respetada con toda su belleza.

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